diumenge, 26 d’octubre del 2008

2) desde portugal. josé saramago


la balsa de piedra
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.Estos días fueron también los del tercer éxodo. El primero, del que en su momento se dio noticia sustancial, fue el de los turistas extranjeros, cuando despavoridos huyeron de lo que entonces, cómo pasa el tiempo, aún parecía simple amenaza de abrirse una zanja en los pirenaicos montes hasta el nivel del mar, lástima es que el accidente inopinado no hubiese quedado ahi, imagínense cuál no sería el orgullo de Europa, disponer, a todos los efectos, de un cañón geológico ante el que el del Colorado no haría más figura que la de un regatillo. El segundo éxodo fue el de los ricos y poderosos, al resultar irreparable la fractura, cuando la deriva de la península, aunque aún premiosa, como tomando carrerilla, vino a mostrar, de modo que creemos definitivo, la precariedad de las estructuras y de las ideas asentadas. Se vio entonces cómo el edificio social, con toda su complejidad, no pasa de ser un castillo de naipes, sólido sólo en apariencia, y que basta dar una sacudida a la mesa en que está armado para que todo se venga abajo. (...)
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.Se puede decir, sin ninguna exageración, que el infierno, en los mitológicos tiempos distribuido uniformemente por toda la península, está ahora concentrado en una franja vertical de más o menos treinta kilómetros de anchura, desde el norte de Galicia hasta el Algarve, teniendo a occidente las tierras deshabitadas cuyo efecto de parachoques pocas personas realmente creen. Por ejemplo, si el gobierno español no precisó salir de Madrid, tan confortablemente interior, al gobierno portugués, quien lo quiera encontrar tendrá que ir a Elvas, que es la ciudad más distante de la costa, en línea recta, más o menos horizontal y meridiana, a partir de Lisboa. (...)
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En este barullo y confusión existe, pese a todo, un oasis de paz, estos siete seres que viven en la más perfecta armonía, dos mujeres, tres hombres, un perro y un caballo, aunque éste tenga que callar algunas razones de queja en lo que a distribución de trabajo se refiere, por tener que ir tirando él solo de la galera cargada, pero eso tendrá remedio un día de éstos. Las dos mujeres y los dos hombres forman dos parejas, y de las felices, sólo el tercer hombre no tiene par, pero acaso no le pese la privación, vista su edad, por lo menos hasta este momento no se le notaron aquellas inconfundibles señales de nerviosismo que denuncian la plétora glandular. En cuanto al perro, si en las ocasiones en que va a la procura de alimento busca y encuentra otras satisfacciones, es algo que no sabemos, el perro, siendo en estas áreas de comportamiento el más exhibicionista de los animales, es discreto en ciertos individuos de la especie, ojalá a nadie se le ocurra ir detrás de éste, hay curiosidades malsanas que es deber de higiene frustrar.
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.A la aldea donde los viajeros se encontraban no llegaron noticias de estos cambios, sólo que los Estados Unidos de américa habían anunciado, por boca del propio presidente, que los países que venían por el mar podían contar con el apoyo y la solidaridad moral y material de la nación norteamericana. Si continúan navegando hacia aquí, serán recibidos con los brazos abiertos. Pero esta declaración, de extraordinario alcance, tanto desde el punto de vista humanitario como geoestratégico, vino a apagarse un poco con el súbito alborozo de las agencias de turismo de todo el mundo, asediadas por clientes que querían viajar a Corvo lo más rápidamente posible, sin reparar en medio ni en gastos, y por qué, Porque, si no hay modificación de rumbo, la península va a pasar a la vista de la isla de Corvo, espectáculo que no puede ser comparado con el insignificante desfile de la roca gibraltareña, cuando la península se apartó del peñón y lo dejó allí abandonado a las olas. Ahora es una masa inmensa lo que pasará ante los ojos de los privilegiados que consigan un rinconcito en la mitad norte de la isla, pero, pese a la amplitud de la península, el suceso va a durar pocas horas, dos días cuanto más (...).
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[José Saramago, La balsa de Piedra, Santillana, Madrid, 2001. Pp. 341, 345-347, 397-398]